El desarrollo de un medicamento biosimilar requiere de la ejecución de estudios exhaustivos en los que se compara el candidato a biosimilar y el producto original de referencia. Esta comparación se lleva a cabo tanto durante las etapas iniciales del desarrollo, en las que se evalúan las características moleculares y funcionales, como en las etapas no clínicas y clínicas. A este proceso se le conoce como 'ejercicio de comparabilidad'. El objetivo es demostrar que el biosimilar es equivalente al producto de referencia en términos de calidad, de eficacia y de seguridad.
A lo largo de todo el 'ejercicio de comparabilidad' se usa el mismo medicamento de referencia, siendo el primer paso la comparabilidad en calidad: es decir en esencia la comparación de las características fisicoquímicas y de la actividad biológica, entre otros estudios. Dada la relevancia de esta etapa del desarrollo para determinar la equiparabilidad, los estudios requeridos en el módulo de calidad para los biosimilares son por lo general notablemente más extensos que los que se requieren para un producto original.
Con ello debe demostrarse que las diferencias que puedan existir en calidad son menores y con toda probabilidad insignificantes desde el punto de vista clínico. Si las diferencias en esta etapa del ejercicio se revelan potencialmente preocupantes, deben hacerse las modificaciones necesarias en producción para incrementar la similaridad molecular. Debe cumplirse en todo momento con los criterios exigidos por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).
La segunda etapa es la comparabilidad no clínica. Se trata de estudios no clínicos cuyo objetivo es confirmar que las posibles leves diferencias no modifican su perfil de toxicidad in vivo (en animales de experimentación). En esta etapa se pueden comparar otros aspectos relativos a la farmacología de ambos compuestos (por ejemplo su actividad, su tolerancia local, etc.).
La tercera y última etapa en el desarrollo de un biosimilar es la demostración de comparabilidad clínica. Los ensayos clínicos comparados permiten confirmar lo que las pruebas más sensibles apuntan; que ambos productos comparten en esencia el mismo principio activo y que su eficacia y seguridad son equivalentes. No se trata de demostrar de nuevo la eficacia y seguridad en personas, puesto que están demostradas en el producto original de referencia, si no de demostrar que el comportamiento clínico es equivalente. El conocimiento acumulado y la experiencia con el producto original, junto a la exhaustiva demostración de comparabilidad estructural y funcional permiten adaptar las etapas no clínicas y clínicas caso por caso y por lo tanto abreviar alguno de los estudios. Por lo tanto, no tendría lógica exigir a un biosimilar las mismas pruebas clínicas que serían necesarias para un nuevo principio activo.
El diseño del programa de desarrollo clínico tiene en cuenta por lo tanto la naturaleza y las características y su uso previsto, y también cuán comparable es el perfil del medicamento biosimilar con respecto al del producto de referencia. Los estudios clínicos personalizados o abreviados ayudan a garantizar que no se lleven a cabo pruebas innecesarias en humanos.
Si el medicamento es autorizado, el titular de la comercialización (laboratorio), debe implantar un seguimiento de los pacientes tratados (farmacovigilancia) que permita certificar que esa equivalencia se substancia también en la práctica clínica postcomercialización.